¿DE QUÉ SE TRATA?

Este blog será una herramienta del seminario El psicoanálisis no es una terapéutica como las demás, a dictarse en la ciudad de Rafaela durante el año 2010.
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domingo, 7 de marzo de 2010

Bibliografía para la segunda reunión: Del diagnóstico al juicio clínico.

III Congreso Argentino de Salud Mental. Buenos Aires. 27, 28 y 29 de marzo de 2008.








EL BEBÉ DELINCUENTE



COLOVINI, M. Doctor de la UNR. Psicoanalista. Investigadora y docente de las Facultades de Ciencias Médicas y Psicología de la UNR. maritecolovini@gmail.com









RESUMEN:



En Francia, existe un seguimiento de bebés a través de tablas de conducta, que permiten pronosticar futuros delincuentes.

En algunas publicaciones científicas, se señala un determinado código genético que podría considerarse patognomónico de delincuencia.

La medicalización generalizada de la vida cotidiana, apoyada por el uso y abuso que los medios de comunicación hacen de instrumentos de diagnóstico como el DSM IV, se convierte en un mecanismo de control social que induce la ampliación del concepto de peligrosidad a toda la población.

El trabajo se propone reflexionar acerca del modo en que las clasificaciones crean modos de hacer, sentir y pensar; es decir: el modo en que las clasificaciones inciden en la subjetividad.













“Por encima de todo, me interesa cómo nuevas clasificaciones de personas crean nuevas posibilidades de elección y acción, de quién o qué es uno y qué puede uno hacer; lo que las nuevas clasificaciones les hacen a las personas clasificadas, y cómo cambian por ser así clasificadas; cómo esos mismos cambios en las personas cambian nuestras teorías de las clasificaciones. Esto es lo que yo llamo un efecto de bucle. “

Entrevista a Ian Hacking, realizada por Asunción Álvarez Rodríguez, publicada en la edición digital de la revista Cuadernos de materiales en 2007.





Recientemente he disfrutado de compartir las primeras vacaciones de mi nieta Camila. Es una niñita de ocho meses, que me regala sonrisas tiernas y acapara mi atención con sus primeras gracias. Una de las noches, mientras la paseaba para que pudiera dormirse, pensé en el título de éste trabajo y esperé que pudiera leerse con la ironía que conlleva.

Me imaginé en el papel del profesional o el educador que tuviera que llenar el carnet de trastornos de conducta que la Ley de Prevención de la delincuencia, redactada por Sarkosy antes de su asunción como Presidente, propone en Francia. ¿Cómo cumplir con esa ley anotando en un “prontuario” los signos de conducta de un bebé, a sabiendas que mi anotación inscribiría a fuego la estigmatización de ese niño? ¿Qué operaciones discursivas son necesarias para suponer en un bebé a un criminal?



Me pregunto si los expertos convocados por el Instituto Nacional de Salud (Inserm) para redactar el estudio “Alteraciones mentales, diagnóstico precoz y prevención en niños”, que propone "detectar alteraciones del comportamiento en la guardería", estigmatizando como patológicos "las cóleras y los actos de desobediencia" y presentándolos como indicadores sobre una futura delincuencia, han podido reflexionar sobre las consecuencias políticas, sociales y éticas de su accionar.



De la lectura del informe, que recomiendo, voy a destacar el uso, por los expertos, de las clasificaciones diagnósticas llamadas DSMIV y CIE 10, justamente para poner de manifiesto el uso político que poseen y analizar los efectos sociales de su utilización a escala global. Es interesante remarcar que los once expertos, más los siete auditores, pertenecen a centros de investigación y de docencia universitaria de Francia y Canadá, cubriendo un amplio abanico de orientaciones y especialidades profesionales y clínicas. Para todos ellos, el Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales funcionó sin cuestionamientos como el “esperanto” que pudo aunar concepciones y criterios diagnósticos. Evidentemente, ésta es la intención que animó a los psiquiatras estadounidenses que en la década del 50 crearon ésta herramienta tan poderosa. Podemos decir que a más de medio siglo de creada, la empresa es altamente exitosa. Lo que es lamentable es relevar los efectos de su utilización.



A partir del carnet propuesto para los niños franceses, me propongo realizar una crítica del uso “globalizado” de éste instrumento: el DSM, considerando el modo en que es perfectamente funcional al control social y al biopoder, en su faz más negativa.



En un artículo aparecido en Le monde, el 03.03.06, Gérard Wajcman, psicoanalista y crítico de arte, advierte sobre el uso de las tablas sobre trastornos de conducta en bebés.

El psicoanalista reflexiona: « Sobre el pequeño niño difícil, vemos surgir la figura del bebé delincuente. En consecuencia, los expertos preconizan proceder a una investigación médica sistemática de bebés de 36 meses ».

El artículo define así, lo que llama una empresa de medicalización de la infancia, en tanto cada bebé será acompañado a lo largo de su vida y de su paso por la escolarización por un dossier donde se anotarán sus conductas y sus comportamientos.

Wajcman, alerta sobre las consecuencias de ésta medida, situando el modo en que la población aparece para la medicina como de riesgo y potencialmente peligrosa. Y concluye que se trata de un efecto de criminalización generalizada de la sociedad.



Las tablas de la que habla Wajcman, no son muy diferentes que la conocida Escala de Conners para Maestros, que en nuestro país se distribuye en escuelas públicas y privadas y permite “diagnosticar” el ADD.

Se trata de escalas o test construidos sobre la base de los criterios diagnósticos del mentado Manual DSM.

Diversas publicaciones científicas y también de divulgación, las promueven, lo que permite a padres, educadores y otros profesionales o cuidadores de niños realizar un diagnóstico que se asocia a futura delincuencia, así como a otros pronósticos y predicciones alarmantes.



Así es que proliferan los pedidos de atención para éstos niños, realizados principalmente a médicos pediatras y neurólogos infantiles o paidopsiquiatras, dado que junto a la información sobre los signos y síntomas y las predicciones sobre el futuro, se remarca la etiología neurobioquímica, y por ende el tratamiento medicamentoso .



Como vemos, a partir de un instrumento que presenta las “mejores intenciones”, se genera una cascada de efectos y prácticas sociales que convergen en la medicalización de la sociedad, lo que ya Foucault ha designado como la característica principal de la forma del Poder que denomina Biopoder.



Como diría Canguilheim: "Sin conceptos de normal y patológico el pensamiento y la actividad del médico resultan incomprensibles”.

Nosotros podemos hoy agregar que también parece que la actividad y el pensamiento del psicólogo requieren de conceptos de normal y patológico.

El concepto de normalidad es una invención de la Modernidad, que se instaura como una categoría que rige la mirada de médicos, educadores y criminólogos a partir del siglo XIX. Pero es una categoría construida desde su propia negación, esto es: desde lo anormal. Una categoría que confirma lo Uno, el reino de lo mismo e instala un control que permite expulsar, aniquilar, corregir, censurar, moralizar, domesticar todo lo que exceda sus propios límites, todo lo Otro.

Según Foucault, la fuerza clasificatoria y productiva de la normalización de la sociedad moderna se sostuvo en dos estrategias complementarias: la constitución, en el plano del discurso, del concepto de “anormal” y la medicalización de la sociedad.

Esta construcción de lo anormal produce la figura de un Otro que encarna nuestro más absoluto rechazo y temor a la incompletud, a la incongruencia, a la ambivalencia, al desorden, a la imperfección, a lo innombrable, a lo caótico.



Volviendo a las tablas mencionadas, vemos que están construidas sobre la base de una “normalidad” que presenta el supuesto de un bebé ideal, “normalizado”, adaptado, obediente. Lo que también es para señalar, es que se prevé un desarrollo, también ideal, considerado “normal” para todos los niños.

Se trata de abolir sin más la singularidad, de homogeneizar y masificar el modelo de infante, de producirlos en serie.



Lo más preocupante es que en ésta tarea se comprometen cada vez más profesionales, animados por “intenciones benéficas”, pero que permanecen ignorantes de los presupuestos ideológicos en los que fundan su práctica.

La prueba de ello es que hay en nuestro país, más de un estudio con pretensiones de cientificidad que se ha dedicado a evaluar con tablas y test a niños en escuelas públicas con la intención de acercar conclusiones epidemiológicas acerca del estado de la salud mental en los niños argentinos . Es por esto mismo que una práctica no depende de las declaraciones o intenciones iniciales de sus practicantes, sino que es preciso que se lean sus efectos para poder, a posteriori, nombrarla.



Ante la evidencia del uso del DSMIV sin ninguna crítica ni reflexión ética en la formación de médicos, psicólogos, enfermeros, psicopedagogos, musicoterapeutas, acompañantes terapéuticos, psiquiatras, educadores, etc, nos preguntamos: ¿Cuáles serán las consecuencias respecto a la salud mental?

¿Por qué este retroceso respecto al sujeto de la salud mental? ¿Por qué la instauración de evaluaciones y medidas para lo que no puede medirse? ¿Por qué el corrimiento de normas de eficacia y eficiencia que corresponden a gestiones empresariales a las prácticas y saberes que constituyen el campo de la Salud mental?

La información, la cuantificación, la visibilidad, son las tendencias de nuestra época, intentando cumplir la ilusión de una objetividad mecanicista agravada paradojalmente y “naturalmente” por la argumentación de la perfomance de la ciencia, así como intensificada activamente por su instrumentalización.

Creemos que el caso de la Ley de Prevención de la Delincuencia de Nicolás Sarkosy, nos permite reflexionar sobre el uso y el abuso de la prevención como forma de control social, así como por el funcionalismo de algunos instrumentos a las políticas de ese mismo control.

Siendo una de los más de 200.000 firmantes que ya registra el colectivo francés: “Basta de cero en conducta para los niños de tres años” , hago mía la consigna con la que culmina el Coloquio realizado en noviembre del año pasado en París y que congregó a más de mil asistentes: ¡Basta de cero en conducta para los niños de cero a tres años, para los de seis años, para los de siete a setenta y siete años!…el debate sigue abierto .

Bibliografía:

• bioeticayderechosanitario.blogspot.com/2007/02/el-comit-de-tica-francs-se-opone.html

• Appel en réponse à l’expertise INSERM sur le trouble des conduites chez l’enfant http://www.pasde0deconduite.ras.eu.org

• CANGUILHEM G, Lo normal y lo patológico Siglo XXI. 1986. México.

• CAYSSIALS, A. WISC-III Nuevas investigaciones. Normas ciudad de Buenos Aires y Conourbano. Paidós, Buenos Aires, 200

• COLOVINI, M., KOHEN, J. Epidemiología en Salud Mental. Inédito. Presentado en el VIII Congreso Argentino de Epidemiología. Rosario. 18 al 22 de octubre de 2004.

• Escala de Conners para padres. Escala de Conners para el maestro. www.deficitatencional.cl/preg2.htm - 27k -

• FOUCAULT, M. Seguridad, territorio, población. Curso en el Collage de France 1977-1978. 1ºed. Buenos Aires, Fondo de cultura económica 2006.

• LÓPEZ-IBOR ALIÑO, Juan J. & VALDÉS MIYAR, Manuel (dir.) (2002), DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Texto revisado, Barcelona: Editorial Masson. ISBN 9788445810873.

• «Trouble des conduites chez l’enfant et l’adolescent».Éditions Inserm, Septembre 2005, ISBN 2-85598-846-2

• WACQUANT, L “Las cárceles de la miseria”. Ed. Manantial. Pag. 60 y 61.

• www.lanacion.com.ar/archivo/Nota.asp?nota_id=786670- Infomr iserm

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